Desde la década de 1990, la promesa recurrente de todos los gobiernos ha sido el saneamiento integral del río Atoyac. Pero después de tantos proyectos frustrados, o a medias, queda la duda más legitima: ¿Esta vez será diferente? Aquí van algunas pistas.
La cuenca del Alto Atoyac es un lecho de muerte y desolación. Y aunque el río Atoyac y sus afluentes son vitales para la vida de las comunidades en Puebla y Tlaxcala, lo que alguna vez fue símbolo de abundancia y sustento, ahora no es más que un basurero de contaminantes industriales, desechos municipales y aguas residuales.
De nuevo, en este sexenio llega la promesa siempre pendiente: el rescate o saneamiento del Atoyac que esta vez prometen al unísono el gobierno federal y sus pares estatales. Aun así, el destino de este conducto acuático parece la muerte permanente.
Diagnósticos concluyentes: un río muerto
Todos los diagnósticos del río Atoyac son igualmente devastadores. Puede hablarse de sobrediagnóstico porque son centenares los reportes, monitoreos e investigaciones de la BUAP, la UPAPEP, la UDLAP y otros órganos científico-académicos o sociales, como Conahcyt o el Centro Fray Julián Garcés, que han registrado el desastre en tiempo real.
Son cantidades alarmantes de contaminantes: residuos microbiológicos, elementos peligrosos como plomo y mercurio, además de aceites, químicos tóxicos y grasas, que alteran los hábitats fluviales.
Las consecuencias trascienden lo ambiental. En las comunidades aledañas, enfermedades graves como la leucemia infantil y la insuficiencia renal crónica están aumentando y afectan particularmente a los hogares agrícolas que dependen del Atoyac para sus necesidades cotidianas. Y por ese se habla de la cuenca del Alto Atoyac como de una Región de Emergencia Sanitaria y Ambiental.
Muchos factores, mismo resultado
Las causas de este desastre son múltiples y profundas. El insuficiente tratamiento de aguas residuales, las descargas masivas de grandes y pequeñas fábricas, la falta de drenaje, la corrupción administrativa y la expansión urbana, sin redes de saneamiento, son algunos de los factores que han llevado al río a una situación crítica.
Sin olvidar que, en la ciudad de Puebla, la privatización del sistema de agua ha empeorado el problema, y se han descuidado las plantas de tratamiento y las obligaciones de saneamiento, concesionadas a Agua de Puebla para Todos.
Estamos ante un panorama alarmante de contaminantes vertidos a plena luz del día:
Colorantes Letales: Los tintes azoicos, ampliamente utilizados en el sector, no son simples colorantes sino potenciales carcinógenos que tiñen las aguas del Atoyac de tonos siniestros.
Amenaza Metálica: Un cóctel de metales pesados fluye diariamente hacia el río: cromo, plomo, níquel, plata, cadmio y mercurio de la gran industria
Hormonas sin control: Disruptores endocrinos como ftalatos y nonifenoles, compuestos que interfieren con el sistema hormonal, se han detectado en niveles preocupantes.
Y los efectos sobre la salud de los habitantes de sus riberas son, simplemente, terribles.
Los canales de riego distribuyen estas aguas tóxicas hacia los campos agrícolas, creando un ciclo perverso de contaminación, donde los cultivos se riegan con un cóctel de sustancias químicas, que provocan un incremento en enfermedades crónicas para las comunidades cercanas al río.
Los metales pesados y los disruptores endocrinos no llegan súbitamente.
Sus efectos pueden manifestarse décadas después de la exposición. La gente enferma y muere, sin saber por qué.
La Urgencia de Actuar
Si la intervención pública no funciona, las proyecciones para 2030 son sombrías. Los expertos prevén un aumento significativo en enfermedades respiratorias, principalmente debido a las emisiones de las industrias automotriz y de plásticos.
La piel se convierte en el primer indicador, ya que aumentan los casos de irritación severa, púrpura trombocitopénica y otras condiciones que claramente están relacionadas con la exposición a contaminantes.
La lista de afectaciones es extensa y preocupante:
Daño genético documentado en habitantes de la zona
Aumento en malformaciones congénitas
Incremento en casos de lupus y artritis reumatoide
Problemas cardiovasculares en aumento
Trastornos neurológicos emergentes
Problemas de fertilidad cada vez más comunes
Alteraciones hormonales generalizadas
La propuesta sexenal
El Programa Nacional Hídrico para los años 2024-2030 contempla destinar 20 mil millones de pesos a la conservación y restauración del Atoyac, sus afluentes y derivados.
La propuesta incluye la instalación de plantas de tratamiento de agua, la reforestación de las riberas y el monitoreo constante de la calidad del agua. Sobre el papel estas acciones representan un avance, no han estado exentas de críticas.
El Programa Nacional Hídrico contempla acciones como la construcción y rehabilitación de plantas de tratamiento y reúso de agua, así como la clausura de descargas ilegales, la ampliación del sistema de monitoreo, junto a la reforestación de las riberas y los humedales.
Aspectos importantes como la gestión de residuos en pequeñas poblaciones y colonias populares o la falta de sanciones contundentes para las reiteradas infracciones de empresas no parecen estar sobre la mesa.
El río Atoyac y sus tributarios cuentan con estudios técnicos actualizados que han demostrado reiteradamente que la contaminación y extracción del agua han alterado la función ecohidrológica de los ríos, y que desde 2008 se vierten 146 toneladas de materia orgánica, 62 toneladas de sólidos suspendidos y al menos una tonelada de contaminantes tóxicos (metales pesados y compuestos orgánicos tóxicos) afectado seriamente la salud de la población. De igual manera, los estudios señalan que la construcción de plantas de tratamiento ha sido una falsa solución si no se instalan de manera estratégica y cuentan con diseños que realmente reduzcan la carga de contaminantes orgánicos e inorgánicos. En cuanto al sistema de monitoreo, en la Cuenca Alta del Atoyac operan 73 sitios: 41 en Puebla y 32 en Tlaxcala, de acuerdo con la Conagua. Se tiene una base de datos en la Red Nacional de Monitoreo de la Calidad del Agua desde 2012 hasta 2023, que muestra que los patrones de contaminación permanecen sin cambios a pesar de los millones invertidos en programas de saneamiento durante las pasadas administraciones.
El rescate del río Atoyac también enfrenta obstáculos históricos. Instalaciones de potabilización ineficientes, redes de drenaje inexistentes, poca cooperación interinstitucional y una ingeniería legal de fragmentación de competencias, junto a una legislación laxa y una escasez crónica de inspección y vigilancia en las cuencas, son retos descomunales que han frenado históricamente iniciativas similares.
Un poco más de dinero no arreglará la catástrofe del río Atoyac si no se subsanan sus problemas estructurales.
El Futuro en Juego
La situación del Atoyac representa una bomba de tiempo para la salud pública. Sin medidas urgentes y efectivas, las generaciones futuras heredarán no solo un río contaminado, sino también un legado de enfermedades crónicas que podría devastar comunidades enteras.
El caso del Atoyac representa una encrucijada entre el desarrollo industrial y la preservación ambiental y su rescate requiere un cambio de paradigma. En primer lugar, es fundamental que las autoridades dimensionen el problema, que va más allá de las emisiones urbanas e industriales y abarca también el uso no regulado del suelo y el crecimiento agrícola.
En segundo lugar, la estrategia debe ir más allá del horizonte de los seis años. La restauración de un río requiere un compromiso a largo plazo.
Otro aspecto crucial es la participación de las comunidades locales, las organizaciones y movimientos sociales y la academia, aspecto que se menciona en el PNH 2024-2030, pero no se define con claridad.
Los ciudadanos deben dejar de ser meros espectadores y convertirse en actores del cambio.
Si la gente no se involucra o no pone de su parte, los planes gubernamentales terminan negociándose con las cámaras empresariales, las grandes multinacionales y los amigos de Conagua, cuya función es proteger el oscuro merado del agua.
Mientras tanto, el río continúa su curso, cargando en sus aguas no solo los residuos tóxicos de nuestra industria, sino también la responsabilidad de una inacción permanente.
La pregunta que queda flotando en el aire contaminado de la cuenca es: ¿Cuántas veces más nos prometerán el rescate definitivo del Atoyac y el Alseseca si no se pueden frenar, de tajo, las descargas contaminantes de industrias y hogares?
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